Memoria de mis putas tristes (Film)
 

Memoria de mis putas tristes (2004)

De Gabriel García Márquez (1927-2014)

Memoria
Ahora que están tan de moda los libros enormes, mamotretos de más de quinientas páginas, que parece que mientras más grueso sea el volumen escriba mejor o sea más importante el escritor, es cuando se me ocurre a mí leer los pequeños libritos como éste, pensando, como decía Borges, que en un relato corto todo es necesario, nada es basura, todo está escrito con intención y, por lo tanto, todo ha de leerse con igual atención.
Esta obrita de cien páginas está hecha al final de la vida del gran escritor colombiano, tal vez con la esperanza de usarla de talismán, para tratar de prolongarla en las mejores condiciones posibles. Por eso, pensando en su futuro, un futuro inevitablemente cercano, inventó García Márquez una historia en la que él mismo se veía con diez años más –quizás así pretendió ocultar que se tratara de pasajes autobiográficos-, celebrando su noventa aniversario solicitando los servicios de una joven prostituta. Esa osada ocurrencia germinará en una especie de idilio amoroso, mucho más platónico de lo que pudiera imaginarse, que servirá de columna vertebral de la trama, en la que serán evocadas las más destacadas aventuras sexuales de nuestro caduco héroe a lo largo de su longeva existencia, desde que muy joven aún comenzara su ajetreado periplo en un arrebato pasional con una chiquilla del servicio doméstico. No nos resistimos a dejar muestra de este atrevido pasaje:
…“Tenía mi ética propia. Nunca participé en parrandas de grupo ni en contubernios públicos, ni compartí secretos ni conté una aventura del cuerpo o del alma, pues desde joven me di cuenta de que ninguna es impune. La única relación extraña fue la que mantuve durante años con la fiel Damiana. Era casi una niña, aindiada, fuerte y montaraz, de palabras breves y terminantes, que se movía descalza para no disturbarme mientras escribía. Recuerdo que yo estaba leyendo La lozana andaluza en la hamaca del corredor, y la vi por casualidad inclinada en el lavadero con una pollera tan corta que dejaba al descubierto sus corvas suculentas. Presa de una fiebre irresistible se la levanté por detrás, le bajé las mutandas hasta las rodillas y la embestí en reversa. Ay, señor, dijo ella, con un quejido lúgubre, eso no se hizo para entrar sino para salir. Un temblor profundo le estremeció el cuerpo, pero se mantuvo firme. Humillado por haberla humillado quise pagarle el doble de lo que costaban las más caras de entonces, pero no aceptó ni un ochavo, y tuve que aumentarle el sueldo con el cálculo de una monta al mes, siempre mientras lavaba la ropa y siempre en sentido contrario.”

Este sentido será el espíritu que anime esta magistral novela, obra menor en la magnífica producción de su autor, pero plagada de gracia y no exenta de calidad, y a la que, a pesar de sus dimensiones, por lo tanto, me cuesta llamar “novelita”, sino más bien una de las magistrales novelas de madurez de Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura en el año 1982.





Juan José Gañán
En Córdoba, a cinco de mayo de 2015
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