Caballo de Troya 1. 1984

Jerusalén. De J.J. Benítez

Caballo de Troya 1

No han sido pocos los libros que he leído desde mi última reseña sobre “El alma de la ciudad”, de Jesús Sánchez Adalid, entre los que destacan, para los amantes de la novela histórica, “Alcazaba”, de este mismo autor, la cual no decepciona y es premio de novela histórica Alfonso X el Sabio 2.012. Mientras “El Mozárabe” discurre en Córdoba en tiempos de Alhaken II, “Alcazaba” se desarrolla en Mérida en tiempos de Abderramán II. Deseoso estoy de la publicación, el próximo año, de “El camino mozárabe”, obra que leeré para cerrar el círculo, al centrarse ésta en el califato de Abderramán III.

Dicho lo anterior, y tras haber leído también “Soy Leyenda” de Richard Matheson (estupendo); “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury (todo un clásico imprescindible); y “La Caída de los Gigantes” de Ken Follett (un auténtico folletín); he decidido dedicar esta escueta reseña al primero de los Caballos de Troya, respecto a los cuales, pues me quedé absolutamente enganchado y deslumbrado, ya he leído también el 2º (Masada) y el 3º (Saidán).

Partiendo de la base de que para el que aquí escribe la producción de entretenimiento ya es suficiente para recomendar un libro, pues no son pocos los que ni tan siquiera ello consiguen, y que mi ratio de ir ligero, siempre ligero, determina la tendencia a huir de todo aquello que, no obstante ser literatura, no sea compatible con la fluidez de lectura (de todo lo pesado ya tengo bastante de lunes a viernes). Debo indicaros que lo original de la historia y la singularidad del relato es lo que me ha incitado, fundamentalmente, a recomendaros esta novela, la cual está acompañada, desde que se publicó, de un halo de misterio en torno de la veracidad o no del afamado “diario del mayor”, cuyo contenido constituye el centro de la historia y del relato.

Nunca es aconsejable desvelar los entresijos de una novela; menos en el caso presente. Simplemente señalar que si bien es cierto que en las primeras páginas la gran cantidad de datos técnicos y científicos pudiera avocarnos al planteamiento de dejar su lectura, la superación de dicho escollo motivará la absoluta satisfacción por no haber decaído en el intento. Una vez realizado “el viaje” la gratificación que produce la “Historia” es mayúscula, y los sucesos por los que pasa el “Personaje” cuya última “Semana” de vida se relata son tan espectaculares y sobrecogedores que no podréis evitar tenerlo a “Él” siempre en mente.

Durante la lectura de la novela sentiréis con gran pasión los sucesos que en la misma se relatan, viviendo con gran intensidad los fantásticos acontecimientos históricos que se representan. Llega a percibirse tanta verosimilitud que, más de uno, llegaréis a alcanzar la conclusión de que la novela no es sino reproducción milimétricamente mecanografiada de lo realmente acaecido hace cerca de dos mil años, llegando a sorprender el contenido de muchos de los diálogos que en la obra se contienen, los cuales nos llevan a una visión y perspectiva diferente de determinadas verdades tildadas de absolutas por algunas Instituciones.

Desde el punto de vista puramente literario la obra no pasará a los anales de la historia, pero no lo es menos que lo excepcional del argumento es tan sumamente destacable que tal motivación, por sí sola, avala lo aconsejable de su lectura, más aun en las entrañables fiestas navideñas que están por venir.

Yo, en mi caso, una vez terminada la lectura continué con la segunda y la tercera parte, si bien debo reconocer que el hecho de que hayan sido publicadas un total de nueve me ha hecho desistir de continuar en la misma línea. Tal motivo me ha llevado a iniciar otra novela, “El Ladrón de Tumbas” de Antonio Cabanas, la cual adquirí sin grandes pretensiones y me está sorprendiendo gratamente.

Espero que os guste.

Buena lectura.

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