Mound y el lago Minnetonka

Día 6º: Domingo 21-06-09

En la iglesia

MOUND -La iglesia y el lago-

El reloj biológico anuncia que ya es hora de levantarse, así que, ¡arriba! Sin hacer demasiado ruido. Aseo, y a ver si alguien ha preparado el primer café del día y, aunque este café sea lo más parecido al 'recuelo', estos americanos lo toman a jarras. Bueno, sea como sea, vendrá bien para matar el 'mono', ya que para nosotros el café, por lo menos al comenzar el día es un insustituible motor de arranque.

Como todas las mañanas de nuestro viaje, soy el primero que me echo a la calle, para matar el otro 'mono', el del cigarro, así que me doy un paseo por los alrededores. En este caso la calle no es más que la carretera que discurre entre prados y jardines de las casas en las orillas. En algún caso, los propietarios andan cortando el césped y arreglando sus jardines, ya que es domingo y la gente no trabaja.

Enseguida viene la madre y me acompaña en este paseo que disfrutamos con absoluta placidez. A veces cuando pasamos por delante de alguno de estos que cuidan su jardín, nos saludan de manera espontánea. Lógicamente les parecemos forasteros, entre otras cosas por nuestra forma de vestir a esta hora de la mañana, que serán más o menos las nueve, pues vamos de domingo, porque hay intención de ir a la iglesia y asistir al Oficio religioso, que no es exactamente una misa. Pero el motivo principal es que quieren presentarnos a la Comunidad parroquial. Más adelante ampliaré este tema.

Digo que algunos de estos vecinos de calle nos saludan y se muestran muy amables sin conocernos de nada. Lo único que podemos contestar es un 'good morning', o un '¡hello!' dado nuestro desconocimiento del inglés. Seguro que si pudiéramos hablar en su idioma, no nos costaría nada 'pegar la hebra' con esta gente.

Regresamos hacia la casa y ya hay café, así que nos pegamos nuestro pequeño 'chute'. La mañana se está nublando y Steve mira en internet el pronóstico del tiempo para las próximas horas, pues parece que tiene la intención de darnos un paseo por el lago después de que volvamos de la iglesia. El pronóstico anuncia lluvias, pero mantenemos la esperanza de que haya un ratito sin llover y podamos realizar nuestro deseo.

Bueno, pues se ha hecho la hora de ir a la iglesia, así que todos al coche y allá que nos llevan nuestros anfitriones, a cumplir con un deber religioso pero sobre todo social. Ya estamos delante de la iglesia. Típicamente americana, en nada se parece a los templos de piedra de la vieja Europa.

Es un edificio de no mucha altura, con su exterior de madera blanca combinada con gris. Un cuerpo central rematado en punta con una sencilla cruz en lo alto y dos pequeños laterales de un nivel algo más bajo. Su contorno ajardinado, muy sencillo, con humildes macetas de plantas y flores, todo muy cuidado y pulcro.

Pasamos dentro. Algunos bancos ya están ocupados. El espacio es amplio y con mucha claridad. No hay imágenes ni más adornos que una cruz en el fondo central. Algunos carteles alusivos a la familia. Parece ser que el lema de esta Comunidad es 'La Familia'. Hay además un lienzo para la proyección de filminas o vídeos que hacen en el transcurso de Oficio religioso con versículos de la Biblia escogidos para este día. Los bancos son muy cómodos y preparados con sus espacios para colocar las biblias y los guiones de los cánticos para cada día. Hay incluso lapiceros disponibles para que los feligreses puedan hacer anotaciones.

El Oficio (que no tiene nada que ver con una misa católica más que en la veneración a Dios) transcurre respetuosa pero muy animadamente. Después de que el pastor haya dado su especie de 'homilía', toman la palabra los feligreses, bien para dar gracias a Dios por algo obtenido, bien para reivindicar alguna cosa para la Comunidad, o exponer un problema particular que tiene algún miembro de ésta y solicitar ayuda para él. Todos participan de forma activa. Hay también un grupo que toca música para los cánticos. Por mor de las circunstancias, nosotros sólo podemos participar como meros espectadores, pues el Oficio es en inglés, así que nunca mejor dicho: oír, ver y callar, respetuosamente, eso sí.

Terminado el Oficio llega el momento, digamos social. En un espacio lateral a la capilla se ofrece un pequeño desayuno a base de café, té, zumos y pastas variadas. (También en España la gente de 'orden' después de oír misa se pasa por la pastelería, ¿no?)

Es el momento de los saludos y presentaciones cuando hay algún invitado desconocido para la Comunidad. Steve y Fernando nos van presentando a todo el mundo y nosotros correspondiendo a los saludos como buenamente podemos. En un aparte, el 'pater', al saber que no entendemos su idioma nos dice que, si le hubieran avisado antes, habría dicho en el Oficio algunas palabras en español para nosotros. Este es otro pasaje entre curioso y pintoresco vivido en este viaje a los Estados Unidos de América, país en el que todo es posible.

El cielo sigue nublado mientras regresamos hacia la casa, aunque hace buena temperatura. Steve, después de comprobar de nuevo la previsión meteorológica, decide que vamos a dar una vuelta en barco por el lago. Lo más que puede pasar es que nos coja un chaparrón, pero nosotros estamos deseando navegar.

El lago Minnetonka

Bajamos al embarcadero. Hay que desatracar el barco que está suspendido mediante un sistema de poleas, fuera del agua y a cubierto, con el fin de preservarlo en lo posible de las inclemencias del tiempo sobre todo durante el invierno. Steve, a pesar de su cojera, se pone manos a la obra y una vez el barco en el agua lo abordamos sin mayor problema. Puesta en marcha del motor y salimos de nuestra pequeña dársena recreándonos en el paisaje.

Avanzamos ya por el centro de la bahía cruzándonos con otros 'navegantes' que van y vienen disfrutando de la mañana de este domingo. Manadas de gansos pasan volando y otros están posados en el agua. También vemos alguna garza a la pata coja en las orillas. Vamos avanzando y observamos las riberas de la bahía con las casas y sus embarcaderos al pie, algunas de las cuales se salen de lo corriente y parecen ser auténticas mansiones, éstas sí, de gente verdaderamente rica. Esta 'nuestra' familia Miller no son ricos en el sentido auténtico de la expresión, sino más bien clase media-alta, aunque vivir aquí ya es un lujo.

Nuestro 'navío' no es muy grande. Tiene unos diez metros de largo (eslora, diría un profesional). No tiene cubierta, pero en su casco caben cómodamente de diez a quince personas sentadas en sus mullidos asientos que están tapizados de cuero blanco con algún adorno en rojo y azul. Un motor bajo borda con dos hélices que no sé cuánta potencia desarrollan, y que dejan una considerable estela y alcanza una buena velocidad, pareciendo a veces que volamos sobre el agua. Conduce el 'patrón' mientras nosotros vamos muy cómodos y disfrutando como 'potentados'.

Ya en aguas abiertas, Steve nos cede el pilotaje y, ni cortos ni perezosos, uno tras otro tomamos los mandos como si fuéramos unos expertos. Cada uno estamos un rato al volante, naturalmente tutelados por él. Llegamos a un estrecho canal bajo un puente que da entrada a otra bahía y el 'patrón' toma de nuevo los mandos recorriendo ésta. Damos la vuelta. Ya llevamos más de una hora navegando, es mediodía y nosotros tenemos que ir dando por terminado nuestro tiempo en estas latitudes para regresar a Nueva York. Ha sido un fin de semana de lo más movido y al mismo tiempo descansado, pues no hemos sufrido las típicas caminatas turísticas de la ciudad y hemos estado a salvo del ruido y la polución.

Debemos ordenar maletas y prepararnos para emprender el viaje hacia Saint Paul, donde hay que entregar el coche alquilado y tomar el avión con destino a Nueva York. Saludos y abrazos de despedida, con nuestro agradecimiento por todo y marchando hacia la carretera.

Desandando el camino de nuestra venida a Mound, entramos ya en la ciudad de Saint Paul que es donde está el aeropuerto. En el viaje se nos han hecho más de las tres de la tarde, hora más que normal incluso para españoles, de echar algo a la 'despensa' que va estando escuálida así que queremos buscar donde aliviar nuestros estómagos.

En una amplia avenida llamada Nicollet Mall, vemos un Pub-restaurante con muy buena pinta, y allí decidimos quedarnos, entre otras cosas porque no nos queda mucho tiempo para 'vagabundear' antes de ir al aeropuerto. Entramos y cruzamos el local que está bastante animado de gente tomando cerveza, al fondo del cual hay una escalera que conduce a un piso superior donde hay una amplia terraza al aire libre en la que nos sentamos. Hace sol pero corre una brisa fresca. Pedimos unas bebidas con algo para picar, pues no podemos quedarnos mucho tiempo.

En un lateral de la terraza hay un amplio espacio de hierba artificial donde un grupo de jóvenes juegan a una especie de petanca pero con bolas de cuero más grandes. Parece que se divierten mucho con el juego. Nosotros terminamos nuestro ágape, pedimos la cuenta y nos largamos camino del aeropuerto con el tiempo bastante ajustado.

Llegados aquí, Fernando se ocupa de entregar el coche que hemos tenido este fin de semana. Son más de las cuatro de la tarde. En el interior del aeropuerto, que está magníficamente dotado, tomamos un tren rápido que nos conduce a la terminal asignada para nuestro vuelo hasta Elizabeth en el estado de Nueva Jersey. Pasamos los trámites de control y entrada, que ya nos parecen rutinarios, accediendo a nuestra sala de espera. Ya son casi las cinco de la tarde. Compramos un par de chucherías en las tiendas y esperamos nuestro embarque señalado para las 5 y 10 h.

Empiezan a correr los minutos y no se ven señales de nuestro vuelo. Hoy parece que tenemos demora, 20, 30, 60 minutos y... nada. Fernando dice que nos preparemos, que la espera será de hora y media o dos horas. Lo malo para mí es que una vez en la sala de embarque no hay posibilidad de poder fumar ni un solo cigarrillo. Tampoco se puede retroceder y salir fuera.

Para los fumadores estas salas son como jaulas y sus moradores como tigres, pues la espera se hace eterna así que, el que tenga chicles que mastique. En previsión suelo llevar chocolatinas de 'Toblerone' y así palío el 'mono' del cigarro. Finalmente embarcamos a las ocho de la tarde. De este vuelo a penas recuerdo nada. Sólo que hago una foto a la caída del sol en el horizonte. Me pongo a leer un rato.

Por fin llegamos a Elizabeth, en Nueva Jersey. Aquí disponemos de furgoneta-taxi que nos deja en el hotel 'Hampton Inn'. Las diez y pico de la noche, hora en la que aquí no es posible encontrar donde cenar ni en el propio hotel, en el que pernoctaremos esta noche del día 21. Mañana emprenderemos viaje rumbo suroeste hacia Washington DC.

Y así termina el día 6º de nuestro viaje.

Documentos adjuntos a esta publicación
Paseo matutino por nuestra calle Priest LaneUn cruce de calles en MoundCon Steve en el interior de la iglesiaComenzamos nuestro paseo por el lagoGrumete y patrón a bordoDisfrutando de la brisa lacustrePilotaje con nerviosEsta señora tampoco se acobardaPesada espera en Minneapolis Airport
 
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