Panorámica del tito en las Ermitas
 

Ruta Germánica (20 kms)

Circular: Cerrillo, El Villar, Conejeras, Circuito los Villares, Pasada del Pino, GR-48, Lagar de la Cruz, Cuesta de la Traición y el Cerrillo

Todos al final

Cuando sonó el despertador a las seis de la mañana el tito, con los ojos cerrados, pensó en la ruta de hoy. Don Alonso había renunciado a su compañía por cuestiones de índole doméstico, por lo que se enfrentaba sólo a los caminos.
Aquella ruta loca, como la había llamado esta semana, que había querido preparar por sugerencia de un antiguo amigo de la laboral, tendría que esperar para poder hacerla junto a Romerillo.
El tito pensó en hacer una pequeña ruta desde el Cerrillo para probar sus fuerzas, un ligero contacto con la sierra tras la dolorosa caída con la bici tres semanas atrás. Para probar el estado de sus magullados cuartos traseros.
La perspectiva del día le demoró aún otra media hora en la cama, hasta que la luz del día por la ventana le impulsó a levantarse, para que no se le echara luego el calor.
Las sensaciones que anoche le produjeron las imágenes del fantasmal pueblo de Comala, le pareció revivirlas esta mañana, como si las ánimas de Pedro Páramo le hubieran estado rondando toda la noche.

Tras el inevitable desayuno, un poco cabizbajo, cogió sus bártulos y se metió en el coche, no sin dolor, y se dispuse a subir el Brillante hasta el cruce del Cerrillo.

Eran ya más de las siete y media cuando aparcaba arriba, junto a los malolientes contenedores que presiden el sitio. Saltó a la arena para colocarse su pequeña mochila, cuando una destartalada furgoneta de color azul, se incrustó casi violentamente, en el hueco entre los contenedores y el coche, a punto casi de atropellarlo. Caramba, no habrá sitio en los alrededores para aparcar, pensó con cara de pocos amigos.
De pronto salió de aquella furgoneta su conductor, para darse cuenta que era su viejo amigo el canijo de la laboral, el que le había sugerido aquella ruta loca para esta semana. Allí estaba, como alma que transporta el diablo, como salido de las desiertas calles de Comala, junto a su esbelta mujer y a su perro, todos dispuestos a empezar una mañana de senderismo.
Él, que lo imaginaba por el psiquiátrico a estas horas, se sorprendió tanto como el tito al verse allí. Se saludaron efusivamente y a continuación le fueron presentados su rubia mujer, Conny, que no parecía de por aquí, y su peludo perro. Conny resultó ser de origen germánico, como mi amigo, aunque ella, por el habla, no parecía nacida aquí como él, sino de la bonita ciudad de Bremen, famosa en todo el mundo por el cuento de los animales músicos que escribieron los Hermanos Grimm.
Su mascota, Strurby, un gracioso perro de lanas, era como ellos igualmente de origen alemán, aunque a éste no lo delatara ni su voz ni su apariencia.
Así es que todos juntos decidieron hacer esta mañana una buena ruta juntos.
Como convinieron todos, excepto Strurby que asintió en todo momento, entraron por la cuesta de la Traición, precedidos por él, aunque a los trescientos metros se desviaron a la derecha para adentrarse en la vereda del Villar, que sube paralela a ésta. De tal forma que ahora temprano no se cruzaran con las numerosas bicis que son mucho más frecuentes a última hora. Cuando estarían bajando por la Traición, más umbría que ésta, para resguardarse igualmente del calor del mediodía.
Pronto pudo comprobar el tito, que aunque su amigo le dijo que ellos marcharían más despacio, la compañera teutona enfiló junto a su perrito hacia arriba, con una soltura envidiable, dejando a los dos colegas atrás ensimismados en su charla.
A medio camino del Villar volvieron a desviarse a la derecha para coger el carril central de las Conejeras, por una empinada cuesta que Conny y Strurby iban abriendo para ellos, hasta llegar a la misma carretera donde se ubica aquella peculiar casa blanca, con su tejado ondulado y sus numerosas ventanas que recuerdan las blancas construcciones junto al desierto o las bases de experimentación en la Antártida, aunque nuestra peculiar visión cordobesa la bautizara más prosaicamente como “Las Conejeras”.
Pasaron dando un pequeño rodeo por la misma puerta por si podían sugerir a sus dueños la posibilidad de franquear el paso por allí, pero no parecía estar habitada.
Continuaron su camino siguiendo la sugerencia del tito de conocer el circuito de los Villares, junto al Área de Acampada, lugar ninguneado injustamente a menudo por los más avezados senderistas.
Aquel circuito está acondicionado con numerosos letreros indicadores de la flora y fauna del lugar. Un estrecho caminito de unos dos kilómetros y medio circula alrededor de un tupido follaje de sorprendente variedad, siempre a la sombra, ideal para estos días veraniegos. Un verdadero locus amoenus a disposición de toda la familia, que os dejará un sabor muy agradable.
A la salida del circuito solo llevaban 7 kms., aunque les parecieron más. Allí se plantearon hasta tres alternativas; dar allí la vuelta por el GR-48 hasta el Lagar de la Cruz, con lo que apenas andarían 14 kms. Subir por los Villares hasta Torreárboles y volver a Córdoba por la Virgencita y la Cañada Real Soriana, una ruta excesivamente ambiciosa para sus fuerzas. O, una opción intermedia, que fue elegida, llegar hasta la puerta del Club de Golf y rodear el campo por la conocida vereda de La Pasada del Pino, para llegar casi a las Jaras y volverse al Lagar de la Cruz por el GR-48.
La mañana estaba siendo perfecta, el tito pudo recordar sus felices tiempos de bachiller, aquellas lecturas que hoy retomábamos treinta y cinco años después. Requiem por un campesino español, El árbol de la ciencia, El túnel. Mágicas lecturas que hoy tenían la misma fuerza de entonces.
El frescor de la proximidad del campo de golf, con sus espléndidas praderas verdes, invitaba a una pequeña parada, en uno de los bancos del penúltimo rincón de aquella alfombra de césped, para disfrutar de las vistas y descansar un poco, cuando ya pasaban de las dos horas de camino y con los primeros nueve kilómetros en la mochila.
Al canijo se le ocurrió realizar el control antidoping a Conny, pues su querida compañera, estuvo dando muestras todo el día de una velocidad y potencia inusitadas. Aunque ella pudo salvar la situación entregando a cambio a sus colegas unos buenos puñados de suculentos frutos secos. Culpables pensaron tal vez de aquella poderosa energía.
Bajaron por allí admirando aquel impresionante paisaje donde se alternan los estilizados pinos de copa puntiaguda con los más comunes de copa redondeada, hasta desembocar en el desfiladero formado por aquellas enormes y sobrenaturales rocas. Transportándonos durante unos minutos a ciertos idílicos y lejanos parajes nórdicos, con los que sin duda estarían más familiarizados mis germánicos acompañantes.
La vuelta hasta el Lagar de la Cruz la hicieron por una ignorada vereda que transita próxima al GR-48, entre la carretera de las Jaras y la de los Villares.
El tito, que había olvidado su palo telescópico, se construyó uno mayor y más rústico por el camino, procediendo a servirse de él al mejor estilo peregrino, para tratar de dar alcance a sus aventajados acompañantes. Convencido al fin del dopaje de Conny y de Strurby. Y dejando atrás a nuestro perjudicado amigo.
La llegada al famoso cruce del lagar recordaba la proximidad del final de nuestra etapa. Media horita más bajando a cubierto del sol por los pedregales de la Cuesta de la Traición y estarían en los coches. En la cuesta contemplaron atónitos cómo habían aserrado el lateral de uno de sus hermosos puentes de madera. Los tajos estaban perfectamente hechos. Los vándalos responsables de aquello debieron tomarse muchas molestias para transportar hasta allí una gran sierra mecánica. Parece que haya alguien muy interesado en que no se pase por allí. Ya en otra ocasión aparecieron en esta magnífica vereda un gran número de cables de recubrimiento de cobre. No sé si pensar que podrían tener ambos la misma autoría.
Por fin abajo, ya cansados pero contentos de su bonita ruta en compañía, pidieron hacerse la última foto juntos, para la posteridad.
Una magnífica etapa, ni corta ni larga, por alguna de las más clásicas veredas cordobesas.
Por algunos paisajes nórdicos que la pueblan, por “los Vándalos”, pueblo del norte de Europa famoso por sus desmanes y por nuestra familia de origen alemán al completo, in memoriam, hemos querido bautizar esta ruta con el nombre de Ruta Germánica e incluirla dentro de nuestras Mágicas Veredas Cordobesas.
Vaya por todos ellos.
Un saludo y…
¡Buen Caminoo!

Documentos adjuntos a esta publicación

El tito sonriente por la ArruzafaRomerillo en el camino de la Arruzafa
 
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